la felicidad la venden en los bosques

Te sienta bien el frío, andar de chaqueta, elegante, a la moda, ponerte una bufanda, si quieres; me dan ganas de mirarte, fijamente, quedarme quieta, estar a tu lado, baldearte cada centímetro de tu pecho, consentirte y empeñarme en comprarme dos tanques llenos de felicidad, y compartirlos contigo, uno para cuando arrugue la melancolía y otro para cuando apriete la tristeza. La felicidad la venden en los bosques, ya no la busco en cualquier escaparate en las afueras de la ciudad, ni en la misma ciudad; no sirve de nada. Y no me seduce la idea de engañarme por un momento pensando que puedo reemplazarla con el conformismo y en otro aflojar las fuerzas por querer mentirme pensando que no puedo conservarla. Eres tú, tus intenciones desconcertantes y mis deseos irracionales; soy yo, mis ilusiones impasibles y tus caricias inesperadas. Ahí empieza lo que no es eterno pero pleno, lo que no es infinito pero reconfortante, lo que no promete pero tampoco desiste. No olvides volverme a enamorar e invitarme a cenar en tu colchón cuando empiece la primavera, al estilo tradicional, intercambiando besos con sabores y flores con aromas; no podré contener mi larga vida, los elfos me tendrán envidia y los duendes perderán su magia.
FlickR

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