macadamia

Quiero conocerte con el propósito de que me conozcas, dejarte todo, quitarte, si existe, la nada y abrigarte tan bien que ni desees soltarme durante el verano por poco que soportes el calor. No quiero ser tu único amor, si por lo visto hay uno que te ha dejado rayado; yo ahora solo batallo para ser quien te robe débilmente la mañana, la tarde y parte de la noche, que te dejo lo que resta de ella para que consideres dejarme contigo. Vuelvo a empezar un cambio de vida, vuelvo a viajar y he razonado que debo dejarte de último en el itinerario porque sé que lo que siga del trayecto me la pasaría distraída entre tu pelo de pistacho, tus ojos de nuez y tu boca de macadamia. Encontrémonos en la temporada de los frutos secos, estoy segura que tus atributos florecerán aún más. Me encanta divagar las noches en que no puedo dormir y las madrugadas en que el sol me despierta aún con la luna de compañera, y más contigo de protagonista. Siéntate a conectar mis lunares con la pluma de tu rostro y la tinta de tu lengua, que yo me encargaré de fundirte a través de los quiebres de mis dedos sin colarte. Sóplame lo que te gusta de mí, lo que deseas, lo que te despoja del descanso tierno. Quiero abrazarte tanto, tanto; tanto que he contado los besos impares que tengo ganas de darte por primera vez... ¿Será que me dejarás? Puedo dártelos pares también. Quiero parar de preguntarle a mi sentido del humor porqué te causo gracia con mis roturas, sé que saber me servirá para sobrarme el motivo de guardarte el corazón. Se acabó el cuento de hadas; me la puedo jugar por ti sin los siete enanitos, sin el jorobado de Notre-Dame, sin el rey león, sin los increíbles ni Bambi, y en grande. Cien veces me la juego y es porque sé que vales más que la pena. Vales amor. Lejos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario