al otro lado, mi laberinto

Hay quienes le temen a su sombra sin enterarse que siempre nos acompaña
Hay quienes vuelven al primer amor
Hay quienes tienen el don de dar sin esperar nada a cambio
Hay quienes ganan sin arriesgar
Hay quienes sobran
Hay quienes venden muy bien la insensibilidad
Hay quienes tienen magia sin trucos
Hay quienes no aman por temor a corregir el futuro
Hay quienes tienen una noche inolvidable guardada en la memoria
Hay quienes domestican porque quieren cuidar bonito
Hay quienes se dan cuenta con el tiempo
Hay quienes el tiempo no les ayuda en nada
Hay quienes te hacen conocer la música que les gusta
Hay quienes se la pasan criando cuervos
Hay quienes no aprenden que perder sirve también para andar más ligeros
Hay quienes deciden encontrarse sin necesidad de perderse
Hay quienes extrañan pero no hacen nada para dejar de hacerlo
Hay quienes piensan que la nieve es un nuevo comienzo
Hay quienes no saben que el odio mal curado sigue siendo resentimiento
Hay quienes dejan romperse las ganas de querer
Hay quienes les damos la libertad de irse pero deciden quedarse y viceversa
Hay quienes dan la llave de su corazón, yo prefiero dar la de mi laberinto

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cinco

Hola, por si algún día vuelves por este rincón, quiero grabar a fuego esta fecha con esta nota; no sé dónde estás, lo que es tu vida, ni los rastros que hayas dejado o las huellas que estés dejando, pero la madrugada del cinco del ocho del dos mil quince he soñado contigo, sin hablar de ti el día antes, sin buscarte, sin buscarlo, sin pensarte.
He paseado por una ciudad que era un caos, un metro repleto de personas y te he llevado de la mano, te he agarrado el alma, no he dejado de mirarte, no he parado de besarte todas las esquinas de tu rostro que no volvieron a conocer el amor en este lapso; no he olvidado decirte al oído que te amo mientras te sonaba un beso en pleno tímpano y me has cantado una canción que no reconozco pero que supuestamente era de Zahara.
He visto desde la acera un accidente de dos en una moto y te he tapado los ojos, igual no he dejado de contarte lo que ocurrió; nos han detenido para verificar nuestras identificaciones y hemos comprado los pasajes para pasar por donde tu madre a contarle cualquier locura porque eras una piñata.
Tenías la sonrisa más feliz de toda tu vida, me decías; eras yo, era tú, éramos lo que pedías que fuéramos dentro de cinco años hace unos años.
Hemos visto también un partido de fútbol en el que River Plate hacía un golazo desde fuera del área con una volea mágica y yo salía corriendo gritándolo a todo pulmón, pero luego nos empataban el partido en el último minuto en una Copa Intercontinental.
Tenía una camisa rosada, luego ha hecho frío, me he abrigado de negro, tú también, así que hemos salido a buscar un bus que nos lleve a casa y hemos visto la nieve acumulada en la alcantarilla. Te quise sentar en mis piernas pero preferiste hacerlo en el asiento paralelo para sentarte con las piernas en el pasillo, rotarme y tenerme frente a frente; sin complejos querías seguir consintiéndome con tus labios.
He desayunado chocozucaritas, abrazándote de todas las formas y besándote de todas las maneras.
El cinco siempre fue tu número, aunque no hubiera multiplicación de llegar a él que no fuera haciéndolo por uno, sí, uno, pero como hay cosas que no tienen explicación no quiero que existan las razones por las que hoy te he soñado, por las que hoy juega River Plate una final de cara al Mundial de Clubes, por las que tengo encima de la nevera una caja de chocozucaritas y por las que sigo viendo tu mejor sonrisa vestirse solo conmigo.
Me has contado que volviste porque quieres ser feliz y yo he querido llorar cuando desperté porque esto no tiene fecha de caducidad.

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