floreciente

No tengo liciencia para volverte a hablar de todo lo que quedó detrás guardado en un cajón sin candado, pero la licencia de escribir no me la quita nadie. Ni siquiera tú; sí, tú, que te has pasado el día recorriendo los laberintos de mi cabeza, sin que te enteres. Te he dejado correr; no te he atrapado porque es mejor no estropear la libertad que tengo para imaginar que tu cuello es una curva en la que puedo perder la cordura y para insistirle a mis manos que tu espalda es un trayecto con destino a las nubes. Te he pasado los dedos de mi mano por las pestañas treinta y tres veces hoy, acaraciándotelas de lado a lado, mientras descansas la mirada y me digo una y otra vez que quizás me echas de menos y no te atreves a decirlo. No sé si es conveniente que me mienta a mí misma pero mientras sigues en mi cabeza te toco los labios, me mojo los dedos con mi saliva y así húmedos los dejo deslizarse por los tuyos. He mencionado tanto a mis dedos que ya están locos y se dan cuenta por sí solos que hay cosas que no puedes controlar. Por eso y más le han pedido a mis piernas que se encarguen de las tuyas; mis piernas entre tus piernas es una odisea, al menos en mis pensamientos, es el carnaval de Brasil en pleno mes de abril. Repito, no es cuestión de tenerte, es de no ser realista y que primero conozcas mi parte tierna, porque sino en cuestión de segundos me desarmarás. ¿Sabes qué pasa cuando logras desarmar a alguien? ¿Sabes qué pasa cuando todo es "floreciente"?
FlickR

el día siguiente

Mis bostezos del día siguiente tienen el color de sus ojos, el corazón estalla y aún así sigue latiendo con todas sus grietas; el sonido de su risa pone a bailar mis tímpanos y cuando me hace reír me regala un vuelo a la tierra de Nunca Jamás. No he andado por los rincones de su cuerpo pero me imagino que cuando se estremece es el verano hecho sensación. Si le mando un beso de buenas noches temo que se perderá al chocar de frente con su cara y no sabrá dónde anclar por su rostro bestialmente hermoso. Por eso estoy contándolos para un día dárselos de distintas formas, con el permiso del universo, desde un beso cálido hasta otro totalmente mojado. Sus manos apenas me han tocado y, en parte, me alegro porque no creo que pueda soportar otra cascada de fuegos artificiales por toda mi piel; me desarma y sólo quisiera que me abrazara por detrás, esperando que sus hilos me aten los descosidos que tiene mi alma.