tu luna comienza en mis pies

Se me ha muerto el cansancio, he perdido las ganas para irme a dormir, después de un largo día, de dar vueltas y hacer saltos de acomodamiento en la cama por mucho rato; decidí sentarme y repasar porqué tomar el teléfono, buscar tu número y llamarte para decirte 'te quiero' es un alivio. Seguro que tú sabes decirme mejor que nadie porqué es un alivio. Lo digo porque sabes muy bien porqué eliges no responder de vuelta a veces. Así que te he llamado y me has contado aquello que tanto querías contarme; yo pienso que vienes a decirme cualquier cosa menos eso que dijiste. No es que no quiero que te vayas, crezcas, respires y te llenes los pulmones de un salitre diferente aunque donde vayas no exista un océano al cual acercarse, saques adelante tu vida, sino que los pocos hilos que nos quedan haciéndonos de marionetas, en este puto escenario del destino, creo que se van a partir.
A mí no me queda espacio dentro para guardarte más amor. Perdóname, es que cada vez que me levanto a la mañana, al ver la claridad entrar por las escondites de la ventana, me doy cuenta que la luz no me sorprende tanto como la oscuridad; la oscuridad es muestra de nuestra intimidad, de las veces que te abracé tan fuerte que perdiste la consciencia durante el sueño.
Estuve inundada de estrellas fugaces en mi propia osa mayor, por dos semanas, que brillaban de manera especial, única, y me distraía con orgullo jugando con ellas, pero no dejaba de recordarte, porque tú eras el cielo detrás de esas estrellas, ese fondo de refugio. Por eso, en ocasiones me pregunto si tu luna, por lo menos, comienza en mis pies.
Yo quiero que seas más y que, eventualmente, me enseñes más de lo que no conozco. Pero sobre todo, que tengas muy pendiente porqué una noche comimos alitas y pan. Entonces entenderás que quiero que vueles pero que surtas por todo el trayecto migajas de pan que te indiquen cómo retornar a la voz que te dibujó en la espalda un sol y una luna en japonés porque eres brillante.
FlickR

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