proyector cinematográfico

Cuando sostienes mi respiro en tu pecho me sumerjo en la complicidad de los latidos de tu corazón que se mecen en mis cejas. Estar contigo es 'grosso'; soy una tonta que lo valora pero lo desperdicia también. Sé que me disculparía hasta gastar las palabras, acabaría con sed, con la lengua en el oasis del desierto, los ojos en el sol y mis manos tratando de abrazarte al buscar puntos de larga vida. Me hago grande con tus fuerzas y pequeña cuando me lleno de la fuente de serenidad en tu garganta. Me contagia tu ternura, tu cuidado me protege, me hago trizas al descansar mi rostro en tu mejilla y me descuartiza tu humedad en mis oídos.
Contigo he aprendido que hay momentos que te parten en dos; una parte que vive para calentarse con la mitad de tu cuerpo y otra que muere por alimentarse a diario de tus dedos. Y contigo he comprendido que hacer el amor tiene sabor a dulce. Y quiero un tiempo extra con tus piernas.
Después de descubrirte sé que eres un carnaval, pero yo no bailo en ese espectáculo, sino en las grietas de tus labios y en el pequeño pozo de tu rostro.
Me duerme el cansancio pero estás en cada escenario, en cada proyección de mis sentidos, a color, con distintas vestimentas, con tu piel haciéndote más inalcanzable y se torna tan casual; es cinematográfico.
Rompe mis vaivenes, despacio, y quédate a mi lado, que nos vuelva a pasar, que nos vuelva a brillar el despertar, a liberar mariposas en la burbuja del estómago y a baldearnos la espalda; eres el sueño despierto, la ola que arrastra la espuma, el fin del universo paralelo y la felicidad en el inicio y el final. La vida debería festejar la perfección de tus caricias y la noche servir de fondo para una descarga de fuegos artificiales cada vez que uno de tus besos termine en cualquiera de mis paredes.

FlickR

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