a las tres

A las tres, siempre, a mi atención, recordándome que bailó conmigo, que su vaivén fue un "hereafter", sentí en su vientre un volcán, me despertó la pereza, se esmeró en hacerme sentir que podía ser suya, caminó sobre mi pelo con sus dedos, con delicadeza se tomó su tiempo y me hizo oler su cabello también.
Voy detrás de sus pasos, me hipnotiza su postura; se toma la barbilla, me mira sin sus ojos, me mira con el alma, cierra un poco sus parpados, me regala una sonrisa de labios y me pierdo en su perfil; no puedo dejarle en soledad, pero tampoco quitarle libertad, su espacio, su vida en grande y se da cuenta que va creciendo, me lo demuestra, con su comportamiento, no pierde su esencia, su impulso, nace en mi abrazo y muere en mi pecho. Cuenta mis besos, habita en mi cabeza, soy su regazo, más que nada en la madrugada porque nos desvelamos, ocultamos la melancolía y nos queremos a medias, pero no lo sentimos así. Es mi diez, el que me gusta tener detrás de las camisetas cuando juego; soy su cinco, sin comentarios, pero no hace falta explicarlo, y es el gol que todavía no le he dedicado y que no será "suficiente". Mi abismo es el que se dibuja en el lateral de su mejilla cuando ríe, tiene el cofre de mis sueños en sus manos, cuenta con su gente y aun así recibe mis mimos, quiero seguir acompañándole, vivir debajo de sus pies, ser su mesa de cuatro patas, su lado irracional, los colores de su atardecer, tener la primicia de sus logros, las entradas al teatro de sus anhelos, que no deje de ser, que medite, que piense, que esté presente y que me deje ser.
Ya no es mi último trago, soy la consecuencia de sus desequilibrios, le quito el antifaz y debajo dice 'eres mi debilidad'; lo sé, lo sabe, lo contempla, se despierta respirándolo, yo lo pinto en mi ventana y pierdo la razón aunque controle mis sentidos.
Le creo todo, le regalo mis rizos, me acepta, le consiento, me grita que se marcha y a lo lejos me susurra que me quiere, nos queremos, le abarco el futuro en un abrazo, le borro el estrés, le nublo el agobio y se queda escuchándome dormir.
Soy su centinela, le descoso la espalda en un dos por dos, el total son cuatro piernas enlazadas, listas para rozarse el cielo, y en ese azul cielo se convierte mi corazón cuando me agarra de la mano para que no siga temblando por su presencia.

FlickR

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