quédate con lo que quieras

Esta estación fue testigo de que cuando empezaba tuve la intención de hacerte entender que querer implica prometer y que la inmensidad no se deja en cualquier cama, mucho menos con cualquiera. Quizás no tomaste mis palabras en serio y no es mi culpa que no lo hicieras, sino de que dejaras de creer. De camino a ti jugué toda la mañana, pegué fuerte con mis piernas, me lesioné la rodilla, pude regresarme a casa pero sabía que al final del día nada superaría la sensación de sentirme a salvo entre tus brazos. También sé que el post no fue lo mejor y te dejé con un disgusto irreprochable, lo recuerdo como si fuera ayer.
Después volvió a pasar con la misma intensidad y con arrebatos de dudas, además de una despedida brutal escondida en el armario que nunca tuvimos, fue tan complicado de comprender y ahora mi bálsamo es que el tiempo lo minimiza todo. Boto balones tres días a la semana y me quedé con la sombrilla que te ofrecí en estos días de lluvia a venir. Me dormí en ti, desperté con la pesadilla de no poder mirarte más fijamente pero no quiero repetir este naufragio sin explicaciones por tanto tiempo. Dejé todos mis dedos separados esperando que los tuyos cayeran sin gravedad aprendiendo que no puedo confundirte entre tanta gente y sentir más de la cuenta. Quédate con lo que quieras, que yo igual ya te guardé como a nadie.

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