besos de sal

Una vez me propuse salir a recorrer el mundo, a pie, por tierra, dando pedales también, por aire o en algún velero; mejor hacerlo por mar por más que te pueda traicionar Poseidón y sus diosas vanidosas. Esa era mi intención, dejando todo lo innecesario detrás cada día, justamente haciendo de telón esas velas blancas que me llevarían a otros puertos, hasta que me paraste en seco y el mundo dejó de ser mundo. He dejado tanto en esas coordenadas, o latitudes, que no sé en realidad qué vaya a volver a necesitar, pero el mal tiempo frena y te deja sin ganas muchas veces de querer guardar en un baúl ciertas cosas. Lo ideal sería tenerte y después amarrarte a los nudillos bien fuerte, no con voluntad de hacerte un esclavo de soles, solo con el deseo de que los malos augurios no te devuelvan a tierra firme, lejos de mí. Y darte un mapa que te lleve a los fondos de mi silencio, y al azul, profundo, de mi cuerpo. Yo te llevaré por cualquier océano, estrenando el amanecer en mis abrazos y respirando cada color delicioso de un atardecer con sabor a besos de sal.

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