A veces los días pasan sin mucha salida, apenas nos sirven para saber que estamos existiendo, literalmente; ya lo sé, no me faltan planes, ni mucho menos corazón, pero he aprendido que los planes sin permiso no entran en cualquier cabeza y tampoco a escondidas las acciones importan tanto en otras cabezas.
De golpe vi en ti lo que todavía no debes saber. Y si te lo tengo que contar prefiero hacerlo sin hablar. O al continuar 'escribiendo...' quizás lo percibas, porque ver tu nombre y apellido es combustión.
Me jugaría los regalos de mi cumpleaños por andar de crucero, de un lado a otro, en los rincones de tu casa, dándote espacio y tiempo para ti, porque más allá de ser una demostración de amor, también es una de respeto. Y no se pueden generar dudas.
Todos los días tengo más ganas de verte que de ser feliz y de estar en tu sueño al dormir, que pierdas la paciencia y acabes con ganas de ahorcarme de nuevo. O hagas un inmenso drama y de ahí te saque un poema.
Todos los días tengo más ganas de sujetarte en un abrazo que perder la vista en cualquier paisaje de este mundo.
Todos los días tengo más ganas de aprenderte cara a cara que de escuchar música.
Me he dejado malcriar las mariposas del estómago y saberte la voz, el léxico, manifiesta la imaginación a cada tanto. Magia que hace efecto.
Quisiera regresar a aquel atardecer, cuando solo era oídos; de ahí me llevé tus historias y de recuerdo la sonrisa más gigante. Pude haber estado anclada en ese espacio, mientras hablabas con sentido, era tu tierra y lo fue una vez mía también, sin notarlo.
Y me jugaría toda mi valentía para saber lo que me hiciste, porque hay que ser muy osado para querer explicarlo a sabiendas de que eres un ser humano tan independiente. Y, más allá de conocerte por tus letras, admirarte aquí, tal cual; dejando de lado el deseo de gritar que te invento en todos los momentos en los que no te encuentro.
FlickR
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