ya no más

En agosto habrá pasado un año desde que soñé contigo.
Olvídate, anoche soñé contigo nuevamente; coincidimos en un club de playa, seguramente en alguna zona norte de cualquier isla tropical. Sin compañía, sin disturbios me acerqué, estabas en la sombra, debajo de una palmera artificial, y te hice una sombra en el rostro con el mío, abriste los ojos y te saludé, con palabras, sin besos en la mejilla. Yo con una sonrisa a medio talle y tú, pues, no recuerdo más que la expresión de sorpresa. Tampoco recuerdo si logré expresarte todo lo que estaba todavía enterrado en mi cabeza, uno o dos recuerdos, pero sí puedo asegurar que cuando me senté a tu lado en el borde de aquella piscina con el fondo más azul de un océano supe que eras irremplazable y que en algún momento de nuestros choques te calaste en las entrañas. Sin piedad te encaré, te descubriste, te quise, te alejaste, te deshilé, te regresaste, pero no sé qué hablábamos, y volviste para decirme que 'ya no más'. Yo no quise preguntar más y lo interpreté a mí manera, ya no más intentos, ya no más rodeos, decir, hablar y, el peor de todos, ya no más querer. No hubo despedida, la misma historia, porque sabíamos que nos volveríamos a encontrar.
A la salida tuviste un accidente en tu auto, sin daños, y debiste abandonarlo, recoger tus pertenencias y caminar hasta la ciudad para tomar el transporte público... Después de un buen rato nos careamos en el bus y de la nada, en una especie de reto, me preguntaste: si te hubieras enterado que tuve un accidente ¿qué hubieras hecho para asegurarte que estuviera bien?
Y de la nada también, sin piedad, te contesté: ir detrás tuyo hasta confirmar que pudieras regresar por tu cuenta a tu casa.
Te quedaste mirándome, fijo, sin parpadear, porque habías comprendido que había caminado por más de cuarenta y dos minutos, a tus espaldas, a pesar de un 'ya no más'.

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