hombres con corbatas

Los hombres con corbatas se apuran, corren y aceleran al mundo, se convierten en un problema para la quietud, hablan de una crisis pero yo encuentro que cada sigue girando alrededor de sus prioridades. El hombre del tiempo también habla, pero de precipitaciones, desajustes... ¡muy bien!, yo sé de desajustes, de huelgas de amor. Pregúntame lo que quieras.
Hay días malos y buenos, días que entre los dos no tienes fuerza para nada, que sientes que todo lo que estás haciendo lo haces de más, por eso he aprendido a dejar la memoria colgada en el balcón, que si quiere que tome un resfriado, qué más da; a encender el silencio, a cualquier hora, poniéndolo a todo volumen y a contar los pasos que doy en falso. Pregúntame más.
Me divido en frases periódicamente y en las indecisiones, no porque soy así sino porque soy humano, pero este año que acaba me dividió en dos: en que la mejor solución hubiera sido que no hubiera pasado nada y en que no hubiera podido vivir si no hubiera pasado nada. Y este mundo va de la mano de las pocas cosas que hay para añadir. Puedes seguir preguntando.
Viajar. Las tertulias. Viajar. Las risas. Viajar. Por eso insisto en decirle, a cualquiera que me pregunte, que este año he aprendido a querer con más intensidad e inmensidad, porque te hace incluso valorarlo en mayor proporción y tenerlo más pendiente, pero es porque pega fuerte, no todo el mundo es capaz de hacerlo ni de entender que es la única forma que te llena. No me preguntes más, no sé más.
Mientras los hombres con corbatas analizan más situaciones yo recojo los regueros que voy dejando en cualquier lado, pensando que estoy consciente de que tú y yo teníamos que conocernos este verano; hoy me ha dado con hablar con Fernando, he puesto mucha atención; me queda decir que nada se puede dar por sentado.
Voy a encender el silencio a todo volumen.
Me voy volando bajito...
FlickR

me moviste el piso

¿Te acuerdas cuando nos conocimos? Yo estaba tan nerviosa al saludarnos que me enredé dándonos los besos en la mejilla y, solamente, quedó reírnos. Jo-der, qué contenta. Yo quería tirarte fotos para creer lo que veía y tú no te dejabas, entonces me entraba más la vergüenza. Yo no sabía qué hacer; me dio con hablar de Dios, el clima y las pavadas, pero ni siquiera contigo. Yo a ti te respetaba aunque me encantaba mirarte sonreír por mis chorradas, a pesar de que no te pudiera ver los ojitos empapados de alegría a causa de tus lentes artísticos. Soy una mujer pero tengo un encanto de niña y no lo quiero perder; te miré como una niña cuando me agarraste el cuello. Y eso que yo no sabía que te iba a ver desde el día uno. ¿Te imaginas si lo hubiera sabido? Me daba con joderte, halarte, sacarte la lengua, picarte un ojito, buscarte entre la gente cuando te alejabas para que, de alguna forma u otra y aún sin estar frente a frente, después chocáramos las miradas y perderme en un momento de complicidad. Como cuando te agarré los dedos, fuerte, jugando con la guitarra y tus ojos se perdieron en mis pupilas y mis pupilas en tus ojos. Fue tan obvio que esquivaste naturalmente.
¿Por qué tenía los labios tan rojos? Quizá de tanto mordérmelos al pensar que no te volvería a ver más o de las ganas incontables de tratarte y guardarte donde nadie te toque. Porque yo a veces pienso que tu beso de despedida y tu abrazo playero (no sé de dónde salió esto último) solo me dejó ese tierno apetito de entibiarte por detrás y decirte al oído en un susurro perezosito algo bonito.
A veces quisiera haber tenido un poco más de experiencia. Tú no debiste esperar; yo no debí esperarte. Mejor no debió de ser así. Las cosas cambiaron. Casi rozas la perfección, casi. Algún defecto tenías que tener... Sí, no querer estar entre mis brazos.
Lo siento. No por ti, sino por mí. Yo no sé cómo, quizá porque una parte de mí sabe que soy una niña con un encanto de mujer, pero quería encantarte y, si tú lo permitías, enamorarte. Me moviste el piso; la vida desvaneció el resto.
Pero había algo... "algo". Jode que a veces la vida sea tan puta.

FlickR

telaraña

Una presa, en tu mundo, en tu guarida, "in-da house", (in)FELIZ, lista para comprarle una entrada al parque de diversiones a la soledad. Haz de tus palabras las promesas que busqué en febrero y pude volver a encontrar en mayo. Voy a tapizarte una canasta de besos con tus pestañas que terminarás sintiéndote tan parte de mí; hay que poner tripa porque sino tejerte anhelos y sueños no se me dará bien. Para mí no hace falta hacer recuerdos para los ojos de los demás, pero si quieres nos hacemos una foto con el cielo de "London" de fondo. Cualquier fondo es propicio, cualquier estación, cualquier cara, mientras estés a mi lado. Conserva la mirada, la sonrisa, y los hilos que me dejan enganchada a tus pies. No me voy. A ningún lado me voy.
FlickR

lavanda con pureza de cielo

No sé dónde se guardan los corazones rotos, pensé que podía quedármelo bien dentro y ofrecerle oxígeno junto a mis pulmones. Por lo menos creo que unirlo no saldría tan caro, solo que los rompecabezas no ayudan a recomponer nada, siempre te dejan grietas y fisuras, a pesar de que te pinten el mar turquesa de la Riviera Maya. La verdad es que, al final, el nudo en la garganta termina convirtiéndose en tu peor enemigo. Ya lo sé. Los ojos también se inundan y los nervios pasan a ser los hermanos que nunca tuviste. La vida se saborea mejor cuando nada es lo que esperas. Y por lo menos tu aroma no se pierde, antes se maltratarían las rosas con la lluvia, tu esencia sigue siendo intachable, hueles a lavanda con pureza de cielo, nadie podría olvidarlo. Por eso al suspirar cada espacio de mi cabeza, vacío u ocupado, recuerda todo de ti, tu boca, tus párpados, e incluso el día que regreses.