hazme un avión


Anda, dibuja una sonrisa, en tu rostro, en la pared, en mi vida, déjame cuidarte; me guardé el corazón de tan pequeño que se me hizo cuando me dijiste que esto había llegado a su fin. Y ahora todo está al revés dentro de mí. Hazme un avión, con tus manos, vamos a volar y a dejar las nubes en el horno junto al orgullo y al enojo. Abrázame toda la noche y déjame en mi lugar, junto a ti, a tu lado, haciendo de mi cuerpo la misma silueta del tuyo, sin manchar la tibieza, poniéndole ganas al perdón, contándote cuentos de nuestro paisaje preferido, en nuestro planeta de colores, de tranquilidad, de transparencia, de tanto de ti y de mí. No hay qué pintar en un cielo azul al día siguiente si antes de intentar dormir no hay un "buenas noches, corazón", un "duerme bien, princess" o un "te quiero, pioja" tuyo. Aquí está mi "lo siento", mi "no quise hacerlo para agobiarte" y mi "eres todo para mí", ese que no espera hacer una mejor imagen mía pero que sabes que no la necesitas para creerme. Vamos a meter la decepción al horno también, y quiero que al salir el vuelo intentemos de una aterrizar con las maletas empapadas de ilusión; no vamos a necesitar más nada.
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el día que te fleché no llevaba mis vendas

Estoy en la barra, en la barra del restaurante del dios del amor, me he invitado sin invitación, sin invitación porque estoy sin pareja. ¡No pasa nada!, mejor pasa a tomarte un trago de lo que te apetezca y háblame, es lo que siempre me dice. No he dejado de visitarle cuando es su día y me justifica que es porque le odio, yo le explico que no, que no le odio, sino la vestimenta que le han comprado al día de "San Valentin". Entonces entramos en conversación; yo le escucho atenta porque entre su desnudez y sus alas me siento aliviada, aunque siempre le molesto porque lleva vendas en los ojos. Es increíble la forma en que comentamos todo, las parejas cenando con las caricias debajo del mantel, el enojo por las indecisiones, a veces con el conformismo navegando por las venas, otras con la vida corriendo por las mismas de tantas emociones, las miradas llenas de desilusión, en otras la ilusión y ¡cuántas cosas mas! Yo respeto al que no celebra la ocasión por ser alguien más del montón pero admiro al que sale a la calle con alguien más del montón para cumplir expectativas. Y para no insultarle le recuerdo que sé de sobra que hace su trabajo y que igual no depende de él la manera en que cada quien maneje sus circunstancias, y que este es el mundo, el que es monótono, complejo, y que sin esto lo dejaría hasta sin trabajo.
Hoy no me puedo quejar porque he cenado con Cupido, y a pesar de mis quejas me ha abrazado muy fuerte, en este frío, en esta nieve, en este desazón, y me ha susurrado al oído: "el día que te fleché no llevaba mis vendas".

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...un después.


Al principio estábamos en la terminal correcta, sabes que lo sé y sé que lo sabes, esa que después de lo que te contaré la llamé la del desconsuelo. Yo sabía a dónde partía mi tren y tú tenías una idea a donde podría llegar; yo no tenía bien claro a qué hora lo haría pero era más que obvio porque no tenía siquiera el ticket comprado y menos una plaza asegurada a tu lado. Deseaba que vinieras conmigo a cuerpo completo, entregarte el mío, presentarlos, conocerlos y fundirlos. Me recordaba constantemente que lo importante era llegar; llegarte, era la clave para saber si habría una esperanza entera.
El tren salía a las 9:18; yo llegué a tiempo, me entretuve con las circunstancias y estuve esperándote, impaciente y discretamente, solo que se me pasó leer las entre líneas que estaban escritas en nuestros destinos.
Tú no lo tomaste aquella noche, te extraviaste en la misma estación y se pararon tantas cosas en ese momento dentro de mí que quería huir; optaste por otra vía, quién sabe, no sé lo que buscabas y se hace fácil quedarse con esa imagen cuando el misterio te envolvía la piel. Tragué en seco cuando el reloj marcó las 9:16, así que inexpertamente te dejé señales llenas de afecto para que dieras con mi paradero; creo que se las llevó el viento o ignorarlas fue más simple porque sería un viaje demasiado largo para ti, uno que quizás no aguantarías.
Sigo sin saber qué pasó en ese instante pero sí sé que pasó después... Dejé el malestar de tu silencio en una valija, no podía viajar con tanto peso; puedes recogerla en la terminal del desconsuelo, a lo mejor comprendas mejor todo.
Entonces la verdad es que no fue mentira, sólo que ahora necesito que te de igual, porque alguien más quiso acompañarme y se sentó a mi lado en el tren desde las 9:17; venía en el mismo trayecto.

Un poco más de las 9:18... Me he perdido en lo que nunca perdí.

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